Malvinas: El G.A. 101 de Junín en la guerra. Dos cañones cruzan a las islas

Los entretelones del cruce aéreo. La llegada a Malvinas el 13 de mayo. Quienes fueron los 26 efectivos del G.A. 101 que cruzaron.






(Fuente: "Así Combatimos". La historia de los cañones de Junín en la Guerra de Malvinas, G.A. 10 - 2012, Edit. las Tres Lagunas)

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Desde que comenzó el fuego de hostigamiento de los buques ingleses sobre las posiciones propias, la imposibilidad de respuesta se hizo evidente. Estos barcos batían la zona haciendo un carrusel fuera del alcance de los obuses argentinos de 105 mm. que por otra parte no habían sido concebidos para disparar contra barcos. Sencillamente no teníamos con qué tirarle. El jefe del GA 3 insistía con la necesidad de traer del continente cañones pesados Sofma, aunque sin resultados. Finalmente lo conseguiría. Así lo refiere el entonces teniente coronal Balza: "Mis requerimientos ante el general Jofre para obtenerlos fueron irónicamente rechazados, pero la impunidad que tenían los buques ingleses para acercarse a la costa y someternos a un sostenido desgaste logró que, sobrepasando la cadena de mandos, yo llegara a un verdadero acuerdo con el brigadier Castellanos, jefe del componente aéreo en Malvinas".


Finalmente, el 8 de mayo el jefe del GA 101 recibe la orden de alistar dos piezas de artillería con su correspondiente personal y accesorios para cruzar a Malvinas. Así lo recuerda el entonces tienen coronal La Valle, jefe del Grupo de Artillería 101: "Recibimos la orden de alistamiento de la unidad, para cruzar a Malvinas por modo aéreo desde el aeródromo de Puerto Santa Cruz. Se trasladarían primero las piezas de las baterías de tiro. Por lógica empezamos por la batería que para nosotros en el terreno había demostrado las mejores condiciones de adiestramiento y capacitación.

Si bien la orden era de cruzar inicialmente las piezas de artillería con el servicio de pieza solamente, embarcamos las piezas con un camión y el máximo de munición que pudiera trasladar el mismo. A este servicio se le agregó un oficial de batería, un oficial observador adelantado y un suboficial mecánico de artillería.

Existía gran optimismo y deseo de poder cruzar todo lo antes posible. Esto desgraciadamente no se pudo concretar. La suspensión del cruce por modo aéreo del resto de la Unidad cayó mal en todo el personal".


Las dos piezas designadas fueron de la Batería de Tiro C. Se determinó que los soldados que irían primero serían los de mayor experiencia, es decir, aquellos reincorporados de la clase ' 62. Serían seleccionados 26 integrantes de esta unidad para cruzar a Malvinas: 

Teniente: Eufronio Ramón Alvárez (quien pertenecía a la Agrupación Defensa Aérea 601, fue agregado al Grupo de Artillería 101 el 5 de mayo de 1982 como observador adelantado, junto con otro oficial, el teniente primero Carlos Mendietta)

Subteniente Gustavo Federico Pérez, como jefe de sección piezas.
Sargento ayudante Segundo Ramón Garnica, como mecánico de artillería.
Soldado clase ´62 Héctor Ricardo López ( conductor)
La primera pieza de artillería que cruzaría estaría integrada por el siguiente personal:
Cabo Juan Manuel Figueroa, como jefe de pieza.
Los sirvientes de pieza fueron los siguientes soldados clase ´62: Carlos Daniel Aguilera, Miguel Angel Benítez, Sergio Javier Brangeri, Sergio Luis Fanín, Walter Ferrer, Miguel Angel Potes, Luján Sandoval, Aroldo Saralegui, Carlos Oscar Tempio, Rafael Veloso.

La segunda en cruzar sería la siguiente:

Cabo 1ro.: Omar Alberto Liborio, como jefe de pieza.

Los sirvientes de pieza fueron los siguientes soldados clase ´62: Julio César Báez, Gabriel Cepeda, Walter Patricio Gómez, Santiago Hernández, Alberto Hidalgo, Aldo Darío López, Juan Lucero, Oscar Marano, Carlos Adrián Polo, Raúl Wuldrich.

Al respecto, recuerda el entonces Cabo 1ro. Liborio: "Estando en Comandante Luis Piedrabuena llegó la orden que dos piezas debían pasar a Malvinas, para luego cruzar el grupo completo. Esto fue el 11 de mayo. Yo recuerdo que me carcomía de las ganas de cruzar porque la espera me ponía loco. Cuando me entero voy a verlo al Jefe de Batería y me ofrezco para ir de voluntario. Primero me dijo que no, pero luego asistió a mi pedido. El cabo Figueroa fue el otro jefe de pieza designado.

Cuando el jefe me dijo que sí, estuve fuera de mí de la alegría que tenía. Había dos de mis soldados con problemas que no podían cruzar; a uno se le había muerto el papá y el otro estaba enfermo. En reemplazo de uno de ellos el Jefe de Batería designó al soldado Adrián Polo, un fierro como el Sofma.

Los reuní a la tardecita y les comuniqué que cruzaba a Malvinas con el Sofma, que si algunos de ellos quería desistir, que lo pensara hasta el día siguiente y me lo dijera, que nadie se lo iba a echar en cara. Quería gente decidida a dejar la vida en Malvinas. A la mañana siguiente los volví a reunir y les pregunté si alguien había decidido no ir. Tomó la palabra el soldado Gabriel Cepeda y me dijo: "Mi Cabo Primero, si va usted vamos todos".

Entonces con lágrimas en los ojos y haciendo una sonrisa ficticia para disimular la emoción y que no se dieran cuenta, me dí vuelta, tragué saliva y enfrentándolos nuevamente les ordené preparar los equipos, higienizarse, afeitarse y limpiar el armamento hasta que llegara la orden de embarcarse.

El Sargento Ayudante Garnica, mecánico de artillería, no pertenecía a la Batería de Tiro C sino a Comando y Servicios. Aún así fue contento a cumplir su deber.

Despedidas con los camaradas casi no tuvimos porque se consideraba que el resto del Grupo de Artillería pasaría muy pronto.

El otro jefe designado fue el Cabo Juan Manuel Figueroa. Este recuerda esos momentos: "No pasaron muchos días y el Jefe de Batería, Teniente 1ro. Jorge Ferreira (conocido como "El Mono") recibe la orden que dos cañones deben pasar a Malvinas. En ese momento lo designa al subteniente Federico Pérez. Este a su elije al Cabo Primero Liborio y a otro Cabo, quien por razones de índole personal decide no ir. Por lógica y antigüedad seguía el Cabo 1ro. Hugo Lezcano, pero Pérez decide directamente: Que cruce el Cabo Figueroa".

Uno de los soldados seleccionados para cruzar a las islas fue Aldo Darío López. Este nos cuenta un poco cómo fueron esos días previo a la partida: "Cuando supe que iba a cruzar a las Islas, le envié desde Piedrabuena una carta a mi hermana, diciéndole que íbamos a Malvinas. Le decía en esa carta que no les contara nada a papá y a mamá. No quería preocuparlos. Le puse que íbamos a probar el suelo de Malvinas para ver si se podía poner el cañón, que en tres o cuatro días, volvía...realmente no quería preocupar a nadie".

El 9 de mayo salen de Piedrabuena las dos piezas rumbo a Puerto Santa Cruz (*), para desde allí embarcar rumbo a Malvinas. El martes 11 de mayo arriban dos aviones Hercules C 130 en el aeropuerto de esa localidad. En cada uno se cargó un cañón Sofma calibre 155 mm., sus accesorios y herramientas, más los equipos individuales del personal de servicio de pieza. En uno de ellos se subió además un camión Mercedes Benz Unimog 416. Liborio recuerda:

"Para cruzar a Malvinas llevamos nuestro equipo individual y armamento portátil. El cañón, la munición, cargas propulsoras, espoletas y estopines, las cargamos en un Hercules C-130. Equipo sanitario y de racionamiento no llevamos.


Quienes estaban a cargo de la operación de carga del cañón era gente de Fuerza Aérea. Se los notaba un poco nerviosos ya que nunca antes habían cargado uno de esos cañones en la bodega de un Hércules . Estaban haciendo sus primeras experiencias con nosotros. Inicialmente lo quisieron subir con el tubo hacia adelante, a lo que les dije que era un tanto inseguro, ya que con el aterrizaje y debido al peso se corría el riesgo de que el tubo termine en la cabina, además expliqué que para la carga y descarga era más fácil hacerlo con el cañón al revés, es decir con las flechas hacia adelante. De esa manera podría trabajar mejor el malacate del avión y nosotros podíamos ayudar empujando la pieza desde una mejor posición de fuerza. Finalmente lo subieron como les habíamos sugerido".

El cabo Figueroa agrega: "Se presentó un inconveniente en la carga del cañón. La estructura de este avión no estaba preparada para soportar el peso de la pieza (8.200 kg.) sobre el eje, así que ante el peligro de que se resintiera la estructura y se hunda el piso, le pusimo tablas debajo como para repartir el peso del cañón.

¡Fuerza, que esto tiene que entrar ahí adentro! Eran las palabras de aliento a mis soldados ya que tuvimos que meter el cañón empujándolo apulso por la rampa del avión".

Ese mismo día ambos aviones despegaron con destino a la ciudad de Comodoro Rivadavia (primero lo hizo la pieza de Liborio, más tarde le seguiría la de Figueroa ya en horas de las oscuridad). Al llegar allí el personal del GA 101 hizo noche en el bar del aeropuerto. Durmieron acostados  sobre el piso con su equipo de campaña (colchoneta, manta y bolsa
Ntra. Sra. de Loreto
de dormir). El 12 de mayo fue un día de espera. El Cabo Figueroa nos cuenta un encuentro muy particular que tuvieron mientras esperaban:


"Era de noche. Ahí estaba la pista y la oscuridad. En eso se nos presentó un curita que hasta ahora no sabemos de dónde salió. Nos forma en semicírculo y rodeándonos nos bendice y nos regala una estampita plastificada de la Virge de Loreto, Madre Protectora de la Fuerza Aérea, que hoy en la actualidad todavía conservo. Luego se perdió este sacerdote en la oscuridad. Nuevamente, y sin entender nada de lo que había sucedido, seguimos ahí esperando".

El sargento ayudante Garnica cuenta. "El jueves 13 de mayo pasado el mediodía y después del almuerzo, recibimos la orden de embarcar en un Hércules C-130".

El 13 por la tarde los dos Hércules despegan rumbo a las Islas. El vuelo debía ser rasante, a no más de 50 metros sobre el nivel del mar,para evitar ser detectados por los radares ingleses.

Pero tan sólo uno de los Hércules pudo aterrizar esa tarde en las islas, aproximadamente a las 16.30. Será pues el 13 de mayo el día en que el primer Artillero de Mitre puso un pie en Malvinas. Quienes lo hicieron pertenecían a la pieza del cabo Figueroa. Junto a él y sus soldados estaban también el subteniente Pérez y el sargento ayudante Garnica. Este último recuerda:

"Apenas el Hércules se detuvo ya se habían abierto las compuertas de carga de su parte posterior. En la pista había muchos soldados comando y oficiales de distinta graduación.

Observé la alegría que les produjo ver nuestro cañón Sofma Modelo Argentino. Después pude enterarme el motivo de esa alegría y que obedecía a la impotencia de la Artillería en la isla al no tener alcance para llegar a las fragatas inglesas que se situaban enfrente de la costa y a una distancia de 16 kilómetros batían la zona de defensa de nuestras tropas. Por lo menos con nuestro cañón íbamos a poder llegar hasta ellos, sacándolos de la tranquilidad de tiro que habían tenido hasta esos momentos.

La descarga del avión se efectuó entre todos en un tiempo menor a los 15 minutos. Una vez hecho esto se efectuó la evacuación de no menos de cinco heridos y otras cosas y el avión volvió a partir.

No podría explicar lo que sentí en ese momento. Intimamente ví partir el avión y fue como despedir a un amigo. No tuve más tiempo para pensar porque inmediatamente sonó la alerta roja. Salí corriendo sin saber adónde ir. Todos corrían en distintas direcciones. Me reía sin saber porqué. Sería por la aventura de estar en el lugar de los hechos".

También refiere este vuelo Figueroa: "Viajábamos pegados al mar. Yo miraba por la ventanita y me parecía que las hélices levantaban agua. Adentro en el avión había un ruido a lata. Parecía que se iba a desarmar.


Martín Balza.
Llegamos, el Hércules aterriza, hace un giro y se perfila para encarar la pista, baja la compuerta, empezamos a tirar los primeros bolsones, parte de los proyectiles, empezamos a desenganchar la pieza y suena la alarma. Eran muchísimas personas alrededor de nosotros ayudándonos, pero cuando sonó la alarma no quedó nadie. Nos quedamos mirando entre nosotros con los bolsones en la mano y los proyectiles a medio descargar; de repente en la punta de la pista se ve una bomba Beluga que tiraban para destruir la pista. A partir de ahi dije: "Estamos en guerra chicos". Nos pusimos rápidamente en situación. Ese fue el puntapié inicial.

A partir de que llegamos a las islas quedamos agregados al Grupo de Artillería 3.El día que arribamos estaba el teniente coronel Martín Balza (Jefe de Grupo) y el teniente 1ro. Julio César Navone (quien en la década del ´90 sería jefe del G.A.10) que fue el que nos recibió".

El soldado Clase ' 62 Sergio Brangeri pertenecía a la pieza del cabo Figueroa. El nos relata su experiencia: "En el aeropuerto de Comodoro Rivadavia, recuerdo que compré una tarjeta para Sandra, mi novia (que entregué a un corresponsal para que la enviara por correo) Le escribí sobre mis sentimientos y le pedí que por favor le comunicara esta noticia a mis padres. 

Nos esperaba un avión tan gigante como el Hércules C-130 en el que transportamos el cañón Sofma de 155 mm, un camión unimog, proyectiles y víveres. La tarde del 13 de mayo volamos a Malvinas . Yo jamás había subido a un avión recuerdo que volamos a ras del agua. El soldado Farrer, a mi lado, me decía: "Brangeri vamos a Malvinas. Si me vieran los muchachos del club". Fue muy cómico.

Todavía no puedo entender cómo hizo para aterrizar. La pista había sido bombardeada. El piloto fue un genio. Con los motores en marcha bajamos rapídismo tratando de dispersar lo antes posible los proyectiles.

No sentía miedo, creo que se debía a la edad, a la inconsciencia y al no poder comprender la dimensión de lo que significaba una guerra. Lo primero que me impactó fue un grupo de soldados heridos esperando ser trasladados al continente".

Mientras tanto, el otro avión.que también debía aterrizar en las islas se vio obligado a regresar al continente por encontrarse el aeropuerto de Puerto Argentino bajo fuego enemigo.
Omar Liborio en 2016

Así lo recuerda el Cabo 1ro. Liborio: "El 13 de mayo a la tardecita, la pieza del cabo Figueroa partió para Malvinas. Nosotros también despegamos pero no pudimos aterrizar y tuvimos que volver. Ya de regreso nos mandaron a un alojamiento. Allí nos bañamos.

Al otro día a la mañana volvimos a cruzar pero también pudimos aterrizar porque había alerta roja. Cada vez eran casi dos horas de vuelo rasante para no ser detectados por los radares. Podíamos ver como las olas salpicaban las mirillas del Hércules.


La querida "chancha" como le decían, vibraba toda porque con el terrible peso que llevaba, volaba bien bajo. Si un radar nos descubría hoy no estaría acá: los pilotos y los auxiliares merecen un capítulo aparte. Nos habían dado instrucciones en caso de que la máquina cayera o fuera derribada, sabíamos qué hacer, obviamente si quedábamos con vida.


Los soldados estaban preparados, nunca habíamos volado. Miedo teníamos todos. Lo que nunca debíamos permitir era que nos invadiera el pánico. Sabíamos que podíamos ser derribados pero para eso habíamos recibido instrucción de la tripulación del Hércules. No íbamos cómodos, todo lo contrario, pero tampoco estábamos de vacaciones. Marchábamos a la guerra.


Con nosotros viajaba el teniente Alvarez que se agregó en Comodoro Rivadavia.

Esa misma tarde a las 16 volvimos a intentarlo. Esta vez pudimos aterrizar en el aeropuerto de Puerto Argentino. Si bien eran como las 18.30 estaba ya de noche. Apenas tocó pista el Hércules comenzó a abrir la compuerta de carga trasera. Cuando se detuvo, con los motores en marcha, bajamos todo el material. El avión despegó inmediatamente; por entonces habíamos recibido la orden de despejar la pista lo antes posible, esto por si venía otro vuelo. Alcanzamos a colocar los materiales al costado y todo se transformó en un infierno.

Comenzaron a caer proyectiles del bombardeo de las fragatas: ¡Tuvimos una bienvenida de locos! Sentíamos silbar los proyectiles y hacer impacto. No lo podíamos creer porque nunca nos había pasado, ahí supimos que estábamos en guerra, teníamos muchísimo miedo. Después que pasó el bombardeo y en medio de una oscuridad total empecé a llamar a mis soldados por su nombre, por cada uno que me respondía, daba gracias a Dios. Estábamos todos.


Homenaje al perro artillero Tom, en Ascensión, localidad
 donde reside Omar Liborio.
Todo estaba desierto. No vimos nada ni nadie. Al rato vino un camión Mercedes Benz que nos enganchó la pieza, cargamos los equipos y munición y nos llevó a lo que nos dijeron era Puerto Argentino. Desenganchamos el cañón a un costado del camino y nos dieron una pequeña habitación para pasar la noche, pero nadie pegó un ojo...En un momento se escucha que alguien gritaba: Alerta roja. Salimos todos corriendo. Yo me tropecé con un fierro que me cortó el borceguí, otro se cayó en el agua, no veíamos nada, ni conocíamos el lugar: era una noche totalmente cerrada y muy oscura.

Hacía mucho frío. La primera comida fue un guiso, nosotros, los días previos a Malvinas, en Comodoro Rivadavia, como sabíamos que no llevábamos cocina, juntamos todo tipo de comida, cajas de raciones frías y envasados, todo lo que podíamos llevar lo llevábamos, hasta llegamos a llenar el tubo del cañón y el cierre con latas y envases. Con lo que juntamos pudimos tener comida los primeros días. Esto, mientras esperábamos al resto del GA 101 pero la unidad completa nunca llegó.

Nos amplía el arribo al aeropuerto el soldado Aldo Darío López: "Al tercer intento pudimos aterrizar en las islas . Estaba oscuro y todo lo teníamos que hacer rápido. Recuerdo que antes de salir, en el aeropuerto de Comodoro Rivadavia haíamos hecho una "vaquita" y compramos una botella de cognac, una radio chiquita, una máquina de fotos, queso, galletitas, cigarrillos y alfajores. Pusimos todo en dos bolsones".

Cuando bajamos, en el apuro, nos olvidamos los dos bolsones en el avión, nos confundimos y nos llevamos otros. los que cargamos nosotros, desgraciadamente no tenían comida, sino latas con rollos de película!.

Mientras eso sucedía, el teniente primero Luis Alberto Daffunchio, que había sido movilizado con el Grupo de Artillería 3, era convocado por su jefe de unidad en Puerto Argentino. Este le asignaría una misión muy particular. Así relata ese momento: "A mediados de mayo fui llamado por el Jefe del grupo de Artillería 3. Fui caminando porque no había medios de transporte, no había jeep ni camiones disponibles. Fui caminando con mi equipo hasta el puesto comando del teniente coronal Balza, el cual estaba en Puerto Argentino, lugar donde además se encontraban emplazadas las baterías del tiro A y B del Grupo de Artillería 3. Ahí me encontré con él y me asignó una nueva misión: comandar una pieza de artillería de 155 mm. desplegada en ese momento en el cerro Supper Hill, así que fuimos hasta esa posición ya de noche.

Fui con el teniente coronel en su jepp. Me encontré con el cabo Liborio a quien conocía porque yo había estado destinado en el Grupo de Artillería 101 el año anterior, y si bien no era de mi batería, lo conocía".

A partir de la llegada de los dos cañones del G.A. 101 comenzaría otra historia. Los dos cañones de 155 mm., los más pesados y potentes de la guerra, se encontraban en suelo malvinense. Combatirían bajo la tutela de otra unidad hermana: el Grupo de Artillería 3 de Paso de los Libres,



(*) Este pueblo, de aproximadamente 3.500 habitantes, está ubicado sobre la margen sur del estuario de Río Santa Cruz, a 40 km. de Comandante Luis Piedrabuena. Como dato de interés, Puerto Santa Cruz está a 17 kilómetros del puerto de aguas profundas de Punta Quilla, en la desembocadura de este río en el Mar Argentino. Es la ciudad más antigua de la provincia de Santa Cruz, fue fundada el 20 de enero de 1908.







Comentarios

  1. Muy interesante. No conocía la historia de TOM.

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  2. Ún relato apasionante. Sería bueno también recordar los nombres de los soldados del Ģ A 101que quedaron en Cte.Piedrabuena sin poder ir a las Malvinas.

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