Natalio Nigro, un glosista de Las Morochas







"Yo le sugiero este título: ‘67 años con el tango y nunca cobré un mango". Porque esto es algo que se hace por amor al arte, la gente paga su entrada para ver al artista, no a mí, y después de una presentación yo nunca me vine con un peso que no era mío”.

Con estas palabras, Natalio Nigro subraya -en sus casi siete décadas como presentador de cantores de tango- su condición de glosista y bohemio por encima del lucro económico que podría haber obtenido de esa actividad.

Su conversación es amable, serena. No obstante, en ella transmite con fervor las cuestiones que siempre lo apasionaron, que son los motores de su vida: el barrio Las Morochas, el tango, las glosas, la poesía, la bohemia, el ferrocarril y el club Argentino.

Las Morochas

Nigro, el penúltimo de 14 hermanos, nació en la misma casa que aún ocupa, en el corazón del barrio Las Morochas, el 25 de diciembre de 1927. Dada la fecha, en honor al natalicio de Jesús, le pusieron de nombre Natalio.

A pesar de que vivía a una cuadra de la Escuela 7, concurrió a la 19, donde iban sus hermanos. Dice que fue tan buena esa época de su vida que recuerda los nombres de todos los maestros que tuvo.

Cuando habla, Natalio desliza un aire de nostalgia tanguera, entre poética y arrabalera, y en sus evocaciones, Las Morochas es lo primero que aparece. Según cuenta, “en las esquinas había alcantarillas, no era así como lo vemos ahora, que hay casitas que parecen hechas por un repostero. Cuando empezó el Club Argentino aquí había ranchos”.

Más allá de su apariencia urbana, lo que Nigro destaca de su vecindario es su gente, haciendo un pormenorizado relato de los personajes que lo engalanaron: “Este siempre fue un barrio de poetas, de cantores, de músicos. Luis Negretti fue un poeta de una calidad enorme, que trascendió las fronteras de Junín, y vivía entre este barrio y El Molino. Aquí hubo poetas como Delio Destéfani, Francisco ‘Mataco’ Saborido, Segundo Quiroga, Dionisio Malde, cantores como el ‘Negro’ Matta, o Héctor ‘Cacho’ Caliggiuri, que actualmente sigue con una vigencia tremenda. Junín siempre tuvo en el arte figuras estelares, y pareciera que este barrio fue tocado por una varita mágica. 

Tal es así que el tango ‘Barrio de Las Morochas’, de Saborido, tuvo una gran trascendencia: ‘Barrio de Las Morochas / por quien trasnocha / este cantor / Noches de serenata / abrime ingrata / tu corazón / Acordes de la viruela / a la alta escuela / marca el compás / Alma, si estás queriendo / no sigue hiriendo / este cantar’. Tuvimos infinidad de gente en el arte y no las podría nombrar a todas porque voy a ser infiel con mi memoria. Yo considero que este es un barrio distinto”.

Bohemio y glosista

Amante de la noche y la bohemia, Natalio se dedicó desde muy chico a presentar cantores de tango en espectáculos, reuniones, bailes y peñas.

Debutó a los 15 años presentando a Caliggiuri, aunque al poco tiempo presentó por primera vez un número profesional, cuando vino al Club Argentino el cuarteto de Alfredo Mazzeo, con Carlos Almagro en la voz. “Yo estaba ligado al club y hacía de locutor en los bailes -explica Nigro-, y como ellos no traían animador, los presenté yo”.

Así fue que empezó como presentador de artistas, llegando a trabajar con figuras de enorme jerarquía del universo tanguero nacional: “Estuve muchos años con Jorge Vidal. También presenté a Rubén Juárez, a Agustín Magaldi hijo, a Roberto Rufino. No sé si hay otra persona que haya trabajado con tantas guitarras, porque yo presenté a los hermanos Remersaro, a los conjuntos de cuerdas de José Canet, Roberto Grela, ‘Tito’ Francia. Y además hice presentaciones en muchos lugares del país”.

Su actividad en el escenario era, específicamente, la de glosista. Según su propia definición, “previo a la presentación del cantor, el glosista es el que lo hace entrar ‘en bandeja’. Por ejemplo, estaba por entrar Jorge Vidal, los guitarristas empezaban con la música, y uno decía: ‘Esta es la voz que prefiero / porque es varonil, sentimental / que tiene humildad de boyero / y dulzura de zorzal / la voz de este cancionero / que es rincón arrabalero / esquina de mi ciudad / la voz que ustedes esperan / se llama Jorge Vidal’, y ahí entra el cantor, que quiere que el animador arrime a la barra, que sea simpático, que le haga el entre”.

Pero su actuación no se limitaba a la entrada del cantante, sino que antes de cada tango, debía decir una glosa. “Hay algunos que lo largan ‘durazno’, hacen una y disparan, pero yo no -señala Natalio-. Por ejemplo, Vidal venía acá y cantaba 26 canciones y yo tenía una glosa para cada una”.

Buscando ejemplos de otros artistas que hagan lo mismo que él, Nigro asegura que en Junín no hay ninguno, y en el país muy pocos, como Julián Centeya, Antonio Azzano, Raúl Cobián, glosistas que, como él, saben que su arte no debe opacar al del protagonista principal, que es el cantor: “Cuando al animador lo aplauden debe procurar que no sea un aplauso largo porque el artista es el que tiene que presentar. Antes de terminar el aplauso yo decía, por ejemplo, ‘Cuántas noches de vagar en sombras / de vivir sin vida por un mal que es mal de ausencia / por no tener tu presencia hoy cargo con esta cruz / y sólo un bicho de luz, Vidal, alumbra mis confidencias’, y ahí Vidal arrancaba con el tango Confidencias”.

Ferroviario

Pero no todo es noche y bohemia en la vida de Natalio: “A mí me gustaba la farra pero nunca falté al trabajo”, aclara.

De chico fue canillita, fue empleado en la escribanía de Pedro Borchex, repartió ravioles y, finalmente, ingresó al ferrocarril, donde permaneció 40 años, en la sección pinturería.
De sus talleres, tiene el mejor de los recuerdos. “El ferrocarril era como una ciudad dentro de la ciudad -ejemplifica-. Hasta Marcilla se hacía piezas ahí. Se fabricaba todo, entraba la locomotora y se desarmaba pieza por pieza. Había 500 tornos, ¿usted se imagina lo que significa eso? Y había que trabajar y se trabajaba. Además, el de ferroviario era un buen sueldo”.

Nigro añora los tiempos en los que había varios servicios que pasaban diariamente, y miles de obreros: “En el año 46 llegamos a ser 6172 empleados, más las oficinas, vía y obras, los artesanos, ¡había más de 7000 hogares que dependían del ferrocarril! Me acuerdo que en la Casa Boo, los días 7 de cada mes, que era cuando se pagaba, ponían dos policías en la puerta y hacían entrar a los clientes de a diez. Hoy Junín es lo que es por el ferrocarril”.
Por eso, Natalio cree que lo que sucedió con el sistema ferroviario nacional fue “una catástrofe; lo que se hizo bajo la presidencia de Menem fue calamitoso. En un territorio tan extenso como el nuestro, ¿cómo vamos a estar sin ferrocarriles? El día que se perdió todo eso, yo lloré. Uno es ferroviario de alma y se encariñó, y si yo volviera a nacer, volvería a ser ferroviario”.

La pasión por Argentino

A Natalio aún hoy se le entrecorta la voz cuando recuerda la inauguración de su queridísimo Club Argentino.

De acuerdo con su relato, antes de su creación, los fundadores tenían un club de ciclismo que se llamaba “Pedal y Fibra”, pero luego prefirieron hacer otro que fuera de básquet.
Pensaron un nombre y el que más sonaba era Las Morochas, pero Félix Bruno se quedó mirando el cielo celeste por donde pasaba una nube, y preguntó: “¿y si le ponemos Argentino?”, y así fue como nació el nombre, por los colores del cielo.

Nigro rememora que “se fundó el primero de octubre de 1935. Primero compramos un lote a un tío mío, en Alsina y Paraguay. Después lo vendimos y nos vinimos a Alsina y Almirante Brown, en 1939. Y ya en 1976 nos trasladamos al lugar en donde estamos ahora. Cuando empezó nos pasábamos horas trabajando ahí adentro. Traíamos números artísticos y yo salía a la tarde en una camioneta con megáfono a hacer la promoción por la ciudad, terminaba a la nochecita, me daba un baño y me iba al club a hacer la presentación. Y cuando terminaba el baile nos quedábamos a acomodar todas las cosas. Todo lo que se ganó en Argentino fue en base al sudor y al sacrificio”.

Aunque siempre estuvo muy comprometido con la institución, nunca aspiró a un cargo mayor que el de vocal y presidente de la subcomisión de fiestas. Según cuenta, “siempre fue un club de bohemios: acá se canta tango, folklore, de todo”.

De todos los momentos que guarda en su memoria, la conquista del primer campeonato en 1958, con su sobrino ‘Coco’ Nigro como entrenador, es el que aún hoy, más lo emociona: “Esa fue mi mayor satisfacción. Cuando las cosas iban mal, yo tenía la costumbre de salir a caminar y ese día, ‘Nené’ Pagano me encontró en Arias y Quintana y me dijo ‘volvete que ya salimos campeones’. Y cuando le ganamos al equipo de Corrientes, la otra noche, también fue una de las grandes satisfacciones que me dio Argentino. Ahí también salí como 20 veces a la calle, creame que es tanta la emoción que siento como que me ahogo, no es que no le tenga fe al equipo, pero me da escalofríos, es inexplicable. Uno lo siente al club, lo lleva adentro, uno mamó esto, se conocieron nuestros padres, mis hermanas lavaban las camisetas en este patio, esto es de familia. Este es un club distinto, no lo digo como una jactancia, pero es distinto”.

Natalio admite que en su vida, “siempre me gustó la bohemia, pero no de andar tomando vino tirado en un mostrador, yo disfrutaba el arte, la poesía, el tango”. Y asegura que todavía sigue viviendo como un bohemio, aunque no como antes.

Sin embargo, Nigro prefiere hablar de los demás y resaltar los valores de la ciudad: “Hoy en Junín tenemos cantores muy buenos, como Andrecito Pastorino, que yo lo presenté varias veces. Y a todos los que yo tuve la suerte de presentar, como Carlos Buono que triunfa en Buenos Aires y en Japón; Durán, el pianista que acompañó a Frank Sinatra en Brasil; Juanjo Domínguez, que es una figura a nivel nacional; Piller, que se tuvo que ir a Buenos Aires y hoy es primera guitarra de Aldo Monjes, y son todos hijos de acá, son nuestros”.
Es que Natalio sabe que de su vida, tiene poco para reprocharse. “Yo no me puedo quejar de lo que he vivido. Si volviera a nacer, haría lo mismo que hice hasta ahora pero con una salvedad: fijarme en ciertas cosas, por ejemplo, no dar la firma a una persona que yo no conozco”. Aunque en este último tema, respetando los preceptos barriales, prefiere no profundizar: “Eso es todo, ‘muzzarela’. Pero después, haría la misma vida”.

(Nota publicada por Diario Democracia, efectuada por el periodista Sebastián Martino, 2010)


















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